Viaje a Argentina, Chile y el Sur de Brasil
El viaje largo de Raíces de Europa fue en 2018 muy excepcional. En efecto, tras la maravillosa experiencia que vivimos en Perú el año 2016, regresamos a América del Sur, pero esta vez a Argentina, Chile y el Sur de Brasil, donde pudimos descubrir los paisajes más espectaculares, diversos y representativos de estas grandes naciones, y sus ciudades más pujantes, bellas y ricas de historia.
Sí, como los grandes exploradores que cruzaron durante siglos el Atlántico para llegaron al Nuevo Mundo, los que fuimos a este viaje no pudimos por menos que extasiarnos cuando nuestras pupilas se encuentraron con la gran selva del Paraná y el más espectacular conjunto de cataratas del mundo: las cataratas del Iguazú, entre Argentina, Paraguay y Brasil, donde también conocimos las misiones jesuíticas de la selva del Paraná.
Junto al siempre espectacular y sobrecogedor mundo del Iguazú, admiramos el paisaje único, del desierto del norte de Argentina, junto a Bolivia y el norte de Chile, con lugares tan espectaculares como “El cerro de los siete colores”, formación rocosa que muestra bellísimos y variados colores en su superficie, debido a la alta concentración de variados minerales en sus tierras, algo que solo quien lo contempla en directo puede comprender y gozar.
Selvas, cataratas, desiertos y los paisajes andinos de la Patagonia chilena y argentina, ambas espectaculares, pero distintas, siempre en la zona más austral del mundo, a pocos kilómetros de la Antártida. Conjuntos tan espectaculares como el Parque Nacional de las Torres del Paine en Chile, con sus bellísimas e imponentes moles montañosas, dicen que el conjunto natural más bello de América, y sin duda uno de los más bellos paisajes de montaña del mundo. Y del otro lado de los Andes, pero en Argentina, la región de El Calafate, con los más impresionantes y bellos glaciares y lagos del mundo, destacando sin duda el archifamoso y no por ello menos cautivador y tremendo, Perito Moreno.
Estos son algunos de los excepcionales paisajes que tuvimos la fortuna de admirar, que abarcan los cuatro grandes tipos de paisajes que se pueden contemplar en el Sur del Nuevo Mundo.
Pero este viaje nos reservó muchísimo más, pues también nos asomamos al Océano Pacífico desde las bellas localidades chilenas de Viña del Mar y Valparaíso, y al Atlántico desde la gigantesca desembocadura del Río de la Plata.
Y hubo mucho más, pues también pudimos conocer y pasear por la ciudad continental más austral del mundo: Punta Arenas, en Chile, junto al Estrecho de Magallanes, frente a la Isla Grande de Tierra del Fuego, compartida por Chile y Argentina.

Junto a estos paisajes y lugares casi sobrecogedores, y junto a las referidas ciudades de Viña del Mar, Valparaíso, Punta Arenas y El Calafate, pudimos visitar otras hermosas ciudades, como Cafayate o Salta, ambas en el Norte de Argentina, apodada esta última «La linda», por su singular belleza colonial. Y también visitamos otras tan interesantes como San Ignacio, en Misiones, Puerto Natales, entre Punta Arenas y las Torres del Paine, o Puerto Iguazú, junto a la frontera entre Paraguay, Argentina y Brasil.
Pero además pudimos conocer las ciudades más pujantes y ricas de historia, cultura, personalidad, vida social, capacidad financiera y política de América del Sur.
En efecto, en este viaje conocimos Santiago de Chile, quizá la urbe más próspera del mundo americano, con casi 8 millones de habitantes, que a su vez es una de las más antiguas de América, con población humana desde el X milenio a. C. y que Pedro de Valdivia fundó oficialmente con el nombre de Santiago de la Nueva Extremadura, en honor al Apóstol Santiago el 12 de febrero de 1541, cuando empieza la historia de la actual Santiago de Chile.
Junto a la capital chilena, otra de las metas más deseadas fue sin duda la capital argentina, Buenos Aires, una de las ciudades más pobladas y cosmopolitas del mundo, ciudad global por su influencia en el comercio, finanzas, moda, arte, gastronomía, educación, entretenimiento y excepcional personalidad y cultura, donde se mezclan los estilos virreinal español, art decó, art nouveau, neogótico, la impronta italiana, también del próximo Oriente… hasta el imponente francés barroco y neoclásico, razón por la que se la conozca como «La París de América».
Junto a las grandes urbes de Santiago de Chile y Buenos Aires, y en buena medida como colofón a este increíble viaje, pudimos conocer la ciudad más bella y que mejor retrata el alma de ese gigantesco y vibrante país, casi un continente, que es Brasil. En efecto, los dos últimos días de este gran viaje los transcurriremos en Río de Janeiro, la «Ciudad Maravillosa» (Cidade Maravilhosa), fundada como São Sebastião do Rio de Janeiro, y capital del Reino de Portugal entre 1807 y 1822, y del Imperio del Brasil desde 1822, cuando la nación declaró su independencia de Portugal y conservó ese rango hasta la inauguración de su nueva capital, Brasilia, en 1960. Río es uno de los principales centros económicos, culturales y financieros del país, conocida internacionalmente por algunos de sus excepcionales iconos culturales y paisajísticos, especialmente el Pan de Azúcar, la estatua del Cristo Redentor o de Corcovado, la playa de Copacabana, la Quinta o Palacio da Boa Vista, el Estadio de Maracaná… Sede de algunas de principales empresas de petróleo y telefonía del país, así como del mayor conglomerado de compañías de medios y comunicaciones de Latinoamérica, y uno de los centros de investigación y desarrollo más potentes de América del Sur, que recientemente albergó la Copa Confederaciones (2013), la Jornada Mundial de la Juventud (2013), la Copa Mundial de Fútbol (2014) y los Juegos Olímpicos (2016), y que será, insistimos, el digno colofón de este excepcional viaje.
Salimos el 11 de septiembre y regresamos el 1 de noviembre: 22 días en la mejor época posible para ver tantas cosas y verlas del mejor modo posible.
Este viaje requería una planificación especialmente cuidada, con los mejores vuelos, los que menos cansen, con mejores horarios y fechas. Se requiere tiempo en cada sitio, razón de que nunca estuviéramos menos de 2 días completos en cada lugar, y muchas veces 3 días, y a mitad de viaje tuvimos una estancia más larga y reposada, en Buenos Aires, donde dispusimos de 5 noches.
Cada detalle estuvo calculado. Cada día tuvo una intensidad equilibrada, que permitió ver maravillas, pero sin agobios.
Y contamos con guías excelentes, con preciosas excursiones en barco por lagos, ríos y glaciares, en autobús por pampas y montañas, visitas a los más notables e interesantes lugares y monumentos, comidas y cenas en momentos y lugares máximamente adecuados, menús que nos permitieron saborear la mejor cocina de los lugares visitados, reposar en hoteles de máxima calidad y mejor ubicación, y muchos más detalles que hicieron de este viaje único y excepcional, una experiencia maravillosa e inolvidable.